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EO PNP EXAMEN 2017

RESEÑA HISTORIA EO PNP

jueves, 27 de abril de 2017

LITERATURA GRIEGA

La Literatura Griega

Con la literatura griega nace la literatura occidental. Los autores griegos
establecieron los distintos géneros literarios y compusieron sus obras de
acuerdo a las características del ideal clásico. Los griegos alcanzaron notable
perfección estética en la épica, la lírica y el teatro.
Representantes:
a. Épica
Homero: La Ilíada y La Odisea. Hesíodo: La Teogonía y Los trabajos y
los días.
b. Lírica
Safo: Himnos y Epitalamios. Píndaro: Epinicios.
c. Dramático
Tragedia: Sófocles: Edipo Rey, Edipo en Colona. Esquilo: Prometeo
Encadenado, Los siete contra Tebas, Agamenón, Las Coéforas y Las
Euménides (La Orestíada). Eurípides: Las Bacantes, Alcestes, El
Cíclope, Electra, Las Troyanas.
Comedia: Aristófanes: Las Nubes, Las Ranas, Las Aves, Las Avispas,
Los Caballeros.
La épica y la lírica pertenecen a la época homérica o jónica (s. X s. VI a.C); la
tragedia y la comedia corresponden al período ático (s. V - s.IV a.C.). Luego
comenzaría la época de la decadencia (s. III a.C.).
Literatura Latina
La literatura latina no comienza sino hasta la introducción de la civilización
griega. El genio latino no se inclinaba hacia la actividad literaria, pues, se
trataba de un pueblo creado para fines prácticos, el mando, y no para las
artes, como afirma Virgilio.
Por lo mismo que Roma necesitaba de un impulso exterior para dar curso a
la creacción estética y literaria; ello se va a producir cuando toma contacto
con la cultura griega. Mediante la influencia griega se forjará en Roma una
sensibilidad literaria y formará una literatura imitativa.
La literatura latina asimiló la influencia helénica y la adaptó a lo nacional; los
autores latinos, menos libres en su inspiración creadora que los griegos, no
llegaron a tan alto nivel estético como éstos, pero es innegable que lograron
un arte más depurado
La literatura latina es clásica como la griega; es imitativa pero nacional,
porque surgió y se desarrolló bajo la influencia helénica; es utilitaria porque el
hombre latino está sometida a reglas de belleza y arte.

El período de iniciación de la literatura latina comprende los años del 240
a 80 a.C.; la edad de oro se desarrolla entre los años 80 a.C. al 14 d.C. La
época de decadencia se inicia el año 14 d.C. y se extiende hasta el año 192
d.C.
Representantes:
a. Épica
Virgilio: La Eneida.
b. Lírica
Virgilio: Las Bucólicas y Las Geórgicas; Horacio: Arte poética y Odas,
Epístolas y Amores, Ovidio: Arte de amar y Fastos.
c. Dramático
Comedia: Plauto: La Aulularia, Los cautivos, El anfitrión y El soldado
fanfarrón.
Tragedia: Séneca: Medea, Fedra, Las Troyanas y Edipo.
Fabulistas: Petronio: El satiricón; Apuleyo: El asno de oro.
La Ilíada
La Ilíada o Canto de la guerra de Troya (Ilión) trata sobre los últimos 51 días
del décimo año del sitio de Troya.
1. Tema
El tema central es la cólera de Aquiles y sus funestas consecuencias para
el ejército griego.
2. Estructura
La obra comprende 24 cantos; tiene más de 15 mil versos y está en
hexámetros.
3. Personajes
Entre los principales podemos mencionar:
Griegos: Menelao, Agamenón, Néstor, Ulises, Aquiles, Ayax, Patroclo.
Troyanos: Paris, Héctor, Príamo, Eneas, Sarpedón.
Los dioses intervienen en la lucha: Hera, Atenea, Poseidón, Hermes y
Hefasitos ayudan a los griegos; Ares, Apolo, Artemisa y Afrodita apoyan a
los troyanos.
4. Argumento
El poema se inicia con la llegada de Crises, sacerdote de Apolo, al
campamento de los griegos; reclama a su hija Criseida, tenida cautiva por
Agamenón. Apolo, irritado por la negativa, desata una peste que produce
una gran mortandad entre los griegos. Agamenón se ve obligado a devolver
a Criseida. Pero toma para sí a Briseida, esclava de Aquiles. Por ese motivo
Aquiles se retira del campo de batalla, lo que habrá de causar irreparables
pérdidas a los griegos.
Tetis, su madre, le ruega desistir de su determinación y proseguir la defensa
de las huestes griegas. Su ausencia origina sucesivas derrotas de los
griegos.
Aquiles sólo retorna a la lucha para vengar la muerte de su querido amigo
Patroclo, muerto a manos de Héctor. Revestido con las armas forjadas
por Hefaistos y reconciliado con Agamenón, quien le devuelve su esclava
Briseida, Aquiles se lanza con ímpetu arrollador al combate. Lucha con
Héctor y le da muerte; ata el cadáver a su carro y lo arrastra alrededor de la
ciudad.
Príamo, padre de Héctor, suplica a Aquiles le devuelva el cadáver de su hijo
para darle sepultura. El poema concluye con los funerales de Patroclo y
Héctor.
Lectura Dirigida
Aquiles da muerte a Héctor
Como el Héspero, que es el lucero más hermoso de cuantos hay en el cielo,
se presenta rodeado de estrellas en la oscuridad de la noche; de tal modo
brillaba la pica de larga punta que en su diestra blandía Aquiles, mientras
pensaba en causar daño al divino Héctor y miraba cuál parte del hermoso
cuerpo del héroe ofrecería menos resistencia. Este lo tenía protegido por la
excelente armadura que quitó a Patroclo después de matarle y sólo quedaba
descubierto el lugar en que las clavículas separan al cuello de los hombros,
la garganta que es el sitio por donde más pronto sale el alma: por allí el divino
Aquiles envainole la pica a Héctor que ya le atacaba, y la punta, atravesando
el delicado cuello, asomó por la nuca. Pero no le cortó el gargüero con la
pica de fresno que el bronce hacía poderosa, para que pudiera hablar algo
y responderle. Héctor cayó en el polvo y el divino Aquiles se jactó del triunfo
diciendo: “¡Héctor! Cuando despojabas el cadáver de Patroclo, sin duda te
creíste salvado y no me temiste a mí porque me hallaba ausente, ¡necio!
Quedaba yo como vengador, mucho más fuerte que él en las cóncavas
naves y te despedazarán ignominiosamente, y a Patroclo los Aqueos le harán
honras fúnebres”.
Con lánguida voz respondiole Héctor, el de tremolante casco: “Te lo ruego
por tu alma, por tus rodillas y por tus padres: ¡No permitas que los perros me
despedacen y devoren junto a las aves aqueas!.
Acepta el bronce y el oro que en abundancia tendrán mi padre y mi venerada
madre y entrega a los míos el cadáver para que lo lleven a mi casa y los
troyanos y sus esposas lo pongan en la pira.
Mirándole con torva faz, le contestó Aquiles, el de los pies ligeros: No me
supliques ¡perro! Por mis rodillas ni por mis padres. Ojalá el furor y el coraje
me incitaran a cortar tus carnes y a comérmelas crudas. ¡Tales agravios me
has inferido!
Contestó, ya moribundo Héctor, el de tremolante casco: tienes en el pecho un
corazón de hierro. Guárdate de que atraiga sobre ti la cólera de los dioses, al
día en que Paris y Febo Apolo te harán perecer, no obstante tu valor, en las
puertas del hades”.
Apenas acabó de hablar, la muerte le cubrió con su manto: el alma voló de
los miembros y descendió al Hades, llorando su muerte, porque dejaba un
cuerpo vigoroso y joven.
EDIPO REY
3. Argumento
La obra comienza presentándonos el pueblo tebano, que víctima de la
peste se congrega en el ágora para solicitar a su rey, Edipo, a quien tienen
en gran veneración, que encuentre un remedio a sus males.
La contestación que trae Creonte, cuñado de Edipo, del oráculo de Delfos, da
a conocer al rey y al pueblo que el azote que sufren es un castigo impuesto
por los dioses porque un crimen de sangre ha quedado impune. Se hace,
pues, necesario encontrar al culpable y que expíe su crimen.
Edipo, hombre honrado, ordena que se abra una investigación; ésta revela
ha habido un testigo de la muerte de Layo; pero él ha dado una pista
falsa; los autores fueron varios, ha dicho. De todos modos se ordena que
comparezca.
Entre tanto se han producido otras circunstancias: llega un mensajero
de Corinto para anunciar a Edipo la muerte de Pólibo, rey de la ciudad y
supuesto padre de Edipo; pero entre otras revelaciones que hace en el curso
de la conversación, manifiesta que Edipo no fue hijo de Pólibo, sino que el
propio mensajero le entregó un niño que, a su vez, él había recibido de otro
pastor, que al parecer estaba al servicio de Layo.
El coro sugiere que quizá el pastor que se busca sea el mismo que entregó
el niño. Del diálogo de ambos se aclara que aquel niño es el propio Edipo,
que es por tanto, también el asesino de Layo, con cuya viuda se ha casado,
aunque sin saberlo y es a la vez su madre y madre de los hijos de Edipo.
Yocasta, al saberlo, se suicida. Edipo ante el cadáver de su madre y esposa,
se arranca los ojos con los broches del vestido de Yocasta, para no ser más
testigo de tantas desgracias.
Lectura Dirigida
Edipo descubre el enigma
Se ve acercarse entre dos servidores de Edipo, al viejo pastor de Layo.
Edipo (al mensajero): Es a ti primer extranjero de Corinto, a quien interrogo.
¿Es éste el hombre a quien te referías?
Mensajero: Es él; lo tienes ante tus ojos.
Edipo (Al pastor): Tú, anciano, mírame y responde a todas mis preguntas
¿Pertenecías en otro tiempo a Layo?
Pastor: Era su esclavo; no por compra sino por haberme criado en el seno
de su hogar.
Edipo ¿A qué te dedicabas? ¿Cuál era tu ocupación?
Pastor: Casi toda mi vida la he pasado en pos de los rebaños.
Edipo: ¿Qué comarcas frecuentabas?
Pastor: ¿Qué hacía? ¿De quién hablas?

Edipo: Del hombre que está junto a ti. ¿Has estado alguna vez en relaciones
con él?
Pastor: No puedo responder en seguida; ya no me acuerdo.
Mensajero: En esto, señor, no hay nada de particular. Pero te haré recordar
claramente lo olvidado. Estoy seguro de que me ha visto cuando sobre el
Citerón, él con dos rebaños, y yo con uno sólo, pasábamos como vecinos,
desde la primavera hasta que aparecía la estrella Arturo, tres trimestres
enteros. Cuando llegaba el invierno, yo volvía a mis establos y él a los
apriscos de Layo. ¿He dicho sí o no la verdad sobre lo que hacemos?
Pastor: Dices la verdad, pero de eso hace tanto tiempo.
Mensajero (mostrando a Edipo): Pues aquí tienes al que era en aquel tiempo
pequeñito.
Pastor: Que los dioses te confundan ¿No vas a callarte?
Edipo: No te enfades con él, anciano. Son tus palabras, más bien que las
suyas, las que merecían ser castigadas.
Pastor: ¿En qué he faltado, yo, señor, el mejor de los amos?
Edipo: En no contestar a lo que él te pregunta acerca de ese niño.
Pastor: Porque él habla sin saber y se toma un trabajo en vano.
Edipo: Pues si tú, de buen agrado, no quieres hablar, hablarás a la fuerza.
Pastor: En nombre de los dioses, no me maltrates, que soy anciano.
Edipo: Que se les aten al instante las manos detrás de la espalda.
Pastor: ¡Qué desgraciado soy! Y ¿Por qué razón? ¿Qué quiere, pues,
saber?
Edipo: El niño ese de quien se habla ¿se lo entregaste tú?
Pastor: Sí, y ¡ojalá yo hubiera muerto aquel día!
Edipo: La muerte te llegará si no dices la verdad exacta.
Pastor: Si la digo estoy perdido con mucha más seguridad.
Edipo: Este hombre, a lo que veo, anda buscando rodeos.
Pastor: No los busco; ya que le he dicho que se lo había entregado.
Edipo: ¿De quién lo recibiste? ¿Era hijo tuyo, o bien de otro?
Pastor: No era mío, era de otro de quien había recibido.
Edipo: ¿De quién entre estos conciudadanos, y de qué hogar?
Pastor: ¡No, por los dioses, no señor, no lleves más allá tus investigaciones!
Edipo: Estás perdido si tengo que repetirte la pregunta.
Pastor: Pues bien, era un niño nacido en el palacio de Layo.
Edipo: ¿Era un esclavo o un hijo de raza?
Pastor: ¡Ay!, ¡heme aquí ante una cosa horrible de decir!
Edipo: Y para mí también horrible de oír. Pero, la que está en casa, tu mujer,
te diría mejor que nadie cómo fue todo eso.
Edipo: ¿Te lo dio ella?
Pastor: Sí, rey.
Edipo: ¿Para qué?
Pastor: Para que lo hiciera desaparecer.
Edipo: ¿Una madre? Desgraciada.
Pastor: Por medio de horribles oráculos.
Edipo: ¿Qué decían esos oráculos?
Pastor: Que aquel niño debía matar a sus padres.
Edipo: Pero tú ¿por qué se lo entregaste a ese anciano?
Pastor: Por piedad, señor. Pensaba que se lo llevaría a otra comarca, a la
isla donde él vivía. Mas él, para las más grandes desgracias, lo guardó junto
a sí. Porque si tú eres el que él dice, has de saber que era el más infortunado
de los hombres.
Edipo: ¡Ay!, ¡Ay! Todo se ha aclarado ahora. ¡Oh luz, pudiera yo verte por
última vez en éste instante! Nací de quien no debería haber nacido; he
vivido con quienes no debería estar viviendo; maté a quien no debería haber
matado.

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